AL ATARDECER

Vivíamos en el mismo edificio. Daba la casualidad de que cada vez que yo cogía el ascensor allí me encontraba con él.

Un dia nos maravillamos de la coincidencia de nuestros repetidos encuentros, y discutimos entre bromas, las posibilidades de que volviera a suceder.

Al cabo de pocos dias, nos volvimos a encontrar, y divertidos, con risas e intensas miradas, descubrí que me había olvidado de pulsar el botón de mi piso.

Juntos llegamos hasta la azotea del edificio.

- ¿Has visto alguna vez la puesta del sol desde la azotea?

- No, nunca - confesé.

Y salimos del ascensor para presenciarla, a la azotea, bajo un cielo sonrosado y un ambiente cálido y apacible en un atardecer estival.

La brisa tibia agitaba mis cabellos alrededor de mi cara, y mi vestido se ceñia a mi cuerpo, antes de que sus manos lo hicieran.

Se colocó detrás de mí, pegado, y en cuanto sentí lo cercana que estaba su boca de mi oído, susurrándome secretos reveladores de intimidades imaginadas, mis piernas empezaron a temblar.

Se acercó a mí más aún, haciendo que estuviera prisionera entre su cuerpo y el muro de la azotea. Sentía su calor, su excitación, su deseo, su latir....

Ya no podía pensar...cuando sentí su boca húmeda y maestra recorrer mi nuca y mi cuello, suavemente, lenta y ...su mano se coló por mi escote y sentí sus dedos acariciar mi pecho, y esperar su reacción...apretó y amasó y pellizco la erección de mi aureóla haciendo que una corriente eléctrica, como si de un rayo se tratara, me recorriera entera.

Su roce, sus palabras, sus gemidos me hipnotizaban...

Torbellino de sensaciones, rápidas, intensas, concentradas,...se paró el mundo por unos minutos. No se oía ningún sonido a pesar de estar en la calle, allí arriba, perdidos entre tejados. Sordera de deseo...

Apretada contra la pared, de cintura para abajo, tan pequeña y apresada por su peso, que sentía sobre mí como una lengua de fuego.

Solo sé que en un segundo pude percibir el sol como bajaba, en su ocaso.

Justo cuando sus manos subian mi vestido.