El olor a otoño siempre inicia en mí una recolocación que cuesta. Tránsito inevitable de una estación a otra, que siempre me supone un gran esfuerzo, físico y emocional. El cambio de hora ese que lo único que hace es dislocarte horarios y relojes, de muñeca y biológicos, entre ritmos de luz ilógicos, que no antinaturales. Todo por ahorrar energía. Y qué pasa con la mía?...Me sienta fatal, como siempre, asentar los pies en esta estación!!!...tenía que soltarlo...Cada uno tiene sus batallas. Ésta es una de las mías. Esa luz del verano, el sol, el brillo, los días largos y aprovechados, noches cálidas que invitan al paseo, a la charla, que huelen a mar, a luna contemplada, a techo de estrellas, a ropa con color, a refresco, a duchas heladas... cambiados por tiriteras, kilos de ropa que me agobian, manos frías, luna de refilón, días acortados, mermados en claridad, en los que a media tarde parece que alguien haya apagado la luz...Se fuga estos días la luz sigilosamente, y no dejo de reponerla yo sóla, como puedo...
Pero la vida siempre sorprende...siempre, con esas sorpresas maravillosas escondidas en las esquinas del camino...Y entre luces y sombras otoñales, desfases horarios y días fríos, entre colores ocres, amarillos, marrones, ahí me estaba esperando una...única y especial, consiguiendo que a pesar de la falta de luz el otoño tenga ya para siempre un color y un olor inconfundible para mí. Me regaló una noche de otoño de hace unos cuantos años un recambio, reponedor de luz, una fuente fascinante que siempre me llena y me borda alegría, amor y mil sonrisas...Una noche de castañada (.. ;( que no de Hallowen...), una de esas fiestas que siempre me han encantado, como la verbena de San Juan, en las que las reuniones de amigos, o cenas en familia permanecen en mi recuerdo desde que tengo uso de razón, entre charlas, risas, castañas, cava, boniatos y panellets, con aroma a casa, a calor, a baile, a momento....Una noche de esas, después de cenar pronto, repartí besos y abrazos y, entre contracciones, tranquila y emocionada, acudí al hospital para verle por fín la cara a mi niño. Y allí entre enfermeras de guardia y médicos, entre apuestas por si nacería el 31 o ya con un pie en el dia 1, le miré a los ojos por primera vez. Desde entonces a pesar de todo, el otoño entre soles y nubes, entre sombras y luces, siempre tiene un toque especial con un brindis por y con la vida que en ese momento con él abracé.
A mi niño, y a esa sonrisa enmarcada en hoyuelos que es cuna de las mías, que cumplas muchos más....Felicidades mi amor, te quiero muchísimooo!
Pasarlo muy bien,...y portaros un poquito mal...;)